Opinión

El fastuoso y rentable mundo de la política

Siempre se dijo, y algunos lo siguen repitiendo, que la política es un servicio. Que quien ingresa en política lo hace por la vocación de buscar el bienestar general (o para el mayor número posible de ciudadanos), de traer soluciones, de escuchar las necesidades de la gente e intentar satisfacerlas. Que son empleados del pueblo, y que ocupan esos lugares para administrar lo que es nuestro o representarnos como legisladores.

Quienes aun siguen sosteniendo esa idea de lo que es la política, deberían cambiar el telégrafo por un celular y la radio a transistores por un televisor. Ni siquiera puedo precisar en qué época se quedaron estos ilusos; si en la época en que se quedaron las cosas eran así; o si simplemente viven en unas catacumbas alumbradas por velas.

La política es en la actualidad la mejor inversión, la carrera más rentable a emprender, la más provechosa y segura apuesta a la prosperidad y el buen vivir. Con tan buenos dividendos, que un solo miembro que se incorpore a la política puede asegurar fortuna y deshago al resto de la parentela.

Es un mundo de negocios donde las leyes se compran y venden; donde el dinero de las obras públicas desde el estado hacia las empresas es transferido y recibido por la misma persona, ya que casi siempre el gobernante es el propietario de la empresa que ejecuta las obras, y sin temor a nada ya que el organismo de control correspondiente a esa actividad también está en manos de un tercero de confianza que responde al gobernante; donde bien podrían trabajar ad honorem o con sueldos simbólicos porque lo “jugoso” viene por debajo de la mesa; un mundo de impunidad, porque insultan, difaman, defenestran, ironizan y se burlan cobardemente de aquellos que deben sujetar la lengua y apretar los puños para no responderles porque carecen de esa coraza injusta y privilegiadora que son los fueros; donde han trastornado las concesiones que da el poder en abusos delictivos e indignantes, como cuando toda la familia del gobernante aborda el avión de la gobernación y parten a disfrutar de inmerecidos descansos costeados con el dinero que debía ir a la salud, la educación, las viviendas, o a los “animales vagos de miércoles que se ponen loquitos” porque el agua les destruyó todo; un mundo donde los más idóneos y capaces para ocupar los ministerios, asesorías, secretarías y cualquier otro cargo con fuerte manejo dinerario son los familiares o los amigos.

Un mundo donde los patrimonios crecen vertiginosa y paralelamente a la pobreza, la indigencia, el empleo en negro, la inflación, la inseguridad, la desigualdad social y hasta la desnutrición; donde sin ninguna vergüenza cambian principios y discursos para acomodarse con el próximo ganador, y continuar así incluidos en el fastuoso y muy rentable mundo de la política; un mundo donde los hijos campean el señorío paterno/materno atropellando y abusando bajo el lema “¿Sabés hijo de quién soy yo?”; un mundo de mierda en el que apenas somos extras que asisten a sus galas magníficas. Pero un mundo que nosotros mismos les creamos, les permitimos y hasta sostenemos.

Por eso es que los políticos mismos y, por extensión, sus familiares, allegados y socios se han autoerigido en una nueva clase social. Más alta aun que la clase alta. Una clase que es la meta y fin de muchos codiciosos a los que poco y nada les importa que los escalones para llegar a ese edén sean las cabezas de los pobres, los jubilados, los niños, los campesinos, los trabajadores, los enfermos, las comunidades de pueblos originarios o quien sea.

Hacer política, con astucia, suerte, sin escrúpulos ni piedad, es hoy por hoy el camino seguro al ascenso social, la solidez económica y la vida descansada, más un plus de impunidad total y defensa corporativa por parte de los pares.

Muchos padres decimos que trabajamos duro para darles a nuestros hijos lo que nuestros padres no pudieron darnos. No sería extraño que ya esté en vigencia la nueva versión de este pensamiento, que sería más o menos la siguiente: “Estoy trabajando duro por la candidatura de mi hijo, para que sea político y tenga todo lo que yo no tuve”.

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