Notas

Si me dan una mano, es pan comido

Les voy a confesar que ya estoy cansado de que estemos divididos, peleados y enojados una mitad de los argentinos con la otra mitad. Por eso, hace unos días, decidí dar el primer paso y comenzar la pacificación nacional, o por lo menos dar el paso inicial, el que abriera el camino, y decidí dar mi apoyo al gobierno nacional.

Cedí en mis dudas y sospechas, dejé de lado toda idea preconcebida y los prejuicios que hasta esa hora cargaba en contra del Modelo Nacional y Popular, y me hice kirchnerista. Pero nada de kirchnerista moderado, con reservas, a medias, no: kirchnerista al cien por ciento; militante full time; soldado de Cristina y de la revolución.

Me leí todos los diarios oficialistas; vi toda la programación de la Televisión Pública, canal 9 y América. Y finalmente, para adquirir un léxico popular, pero a la vez refinado para llegar más efectivamente a mis futuros conversos, escuché a Víctor Hugo durante horas y horas.

A la mañana siguiente, casi al alba, marché hacia los barrios más humildes de mi ciudad para esparcir la buena nueva y atraer a los escépticos, o reafirmar a los que ya estaban convencidos del rumbo. Ahí nomás, a unas veintipico de cuadras del centro, me encontré con un caserío pobre, y en la puerta de una de las primeras casas me acerqué a una señora que preparaba un mate cocido en un anáfe a garrafa. Me recibió muy amablemente, con la entrega y generosidad que en los pobres abunda y que casi les diría es genética. Me senté, y comencé a explicarle que hace un tiempo los ex presidentes, ya fallecidos, Néstor Kirchner y Hugo Chávez, firmaron un acuerdo para realizar el Gasoducto del Sur, que va a unir Venezuela, Brasil y Argentina, y que tendrá un trazado de 10.000 kilómetros, por lo que esa garrafa, dentro de un tiempo, podrá usarla como banqueta o como maceta por que ya será inútil. Un trasto del pasado. La señora me miró como no entendiendo nada, pero bueno, es un tema difícil de explicar ya que hay que hablar de perforaciones, ductos, metros cúbicos, y demás términos “ingenieriles” que hasta a mi se me  hacen complicados de entender.

Le expliqué que en ese momento estaba tomando mate cocido y no leche debido a que unos especuladores les compran a los tamberos el litro a poco más de $2, y luego de envasarla, la mandan a los súper y lugares de ventas a más de $10. Para apuntalar mi afirmación de que la inflación es mínima y no afecta el consumo, le dejé un listado con los extraordinarios precios de los productos que se consiguen en el Mercado Central, y la cara se le iluminó imaginando el asado con buenos vinos, ensaladas, picada de fiambres y otras delicias que le ofrecería su familia ese domingo. La vi tan alegre, que la dejé disfrutar un rato antes de advertirle que debería salir ya mismo hacia el Mercado Central por que el trecho es largo: 1.100 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta. Ahí le cambió la cara, se paró, y me mandó a la mierda, y creo que unos metros más. No alcancé a oír bien, ya estaba medio lejos, pero creo que lo hizo extensivo a mi madre, mi hermana y mi abuela.

No soy tipo de desanimarme, así que seguí caminando, hasta que vi a un grupo de jóvenes reunidos. Me dije que esa era mi oportunidad para contarles cómo los medios hegemónicos y destituyentes repiten a toda hora y por todos sus medios unos pocos hechos de inseguridad, para crear la aterrorizante fantasía de que ya no se puede salir a la calle, que no estamos seguro ni aun con rejas hasta en la puerta del dormitorio. Ni bien comencé a hablar, empezaron a acercarse, por lo que me dije,-¡ya los tengo!- pero resulta que estos chicos estaban reunidos frente a una sala velatoria, donde estaban despidiendo a un amigo al que habían asesinado para robarle la moto, por lo que pronto me encontré amurado por estos muchachos, de los que por suerte pude huir casi ileso. ¡Justo fui a meterme en un lugar donde había ocurrido uno de los pocos y aislados hechos delictivos que pasan en este bendito país!.

Agarré para el lado más urbano del barrio y alcancé a ver a unos muchachos reunidos en una plaza. Me les acerqué canchereando, por que las formas del Modelo indican que uno debe usar lenguaje pendex, llamar a todos por sus nombres de pila y meter cada tanto una expresión en inglés. Les conté de mi patriada y le ofrecí unirse para que todos seamos soldados del Modelo y que éste llegué a cada rincón de la patria. Casi me despeinan con un ¡Siiiiii, nos unimos a vos!. Ya como compañeros militantes, propuse que deberíamos reunirnos en esa misma plaza o en la casa de alguno de nosotros para debatir y….¡Pará, pará, pará!, me dijo uno de ellos que se puso como en vocero, y luego agregó, ¿No nos van a venir a buscar en el avión privado de algún empresario, para ir a reunirnos en una oficina de Madero Center?. Ahí nomás me di vuelta y me alejé de esos jóvenes contaminados de noventismo neoliberal. Que quieren las cosas ya y sin esfuerzo.

Mientras me alejaba de allí, me crucé con una señora mayor que me saludó muy amablemente por lo que nos pusimos a charlar mientras la acompañaba hasta su casa. Le conté cómo Magneto manda publicar mentiras para engañar a los argentinos; como ordena a sus secuaces escribir cosas falsas para distraer la atención y difamar a otros; para proteger o favorecer a los de su entorno; para hacernos creer que ocurren cosas que no son; para que nos enemistemos entre nosotros y que algunos fanáticos piensen hasta en llegar a agredir a otros. Pero me di cuenta de que estaba perdiendo el tiempo cuando esta señora me dijo: ¿Y por qué la presidenta no lo hace renunciar al Boletín Oficial de la nación a ese tal “Mañeto” y pone a uno bueno, que diga la verdad?. Ay, ay, señora: ¿cómo le explico que Magneto no es el funcionario nacional encargado de redactar el boletín oficial, y que no me refería a las mentiras y maniobras del gobierno?. Déjelo así, doña.

Porfiado en mi cruzada de paz y unión decidí seguir con los intentos. Esta vez decidí encarar a un grupo de estudiantes secundarios, que van a votar por primera vez, y hablarles de lo importante que es confiar en el país, consumir lo nacional para dar más valor a lo nuestro y que nuestros productos sean conocidos en todos el mundo. Al principio me entusiasmé mucho por que creí que los chicos habían captado el mensaje, pero pronto me llegó la desilusión cuando una de las chicas me dijo: ¡Es verdad, usando los productos de un país la gente quiere comprarlos y así se levanta la economía de ese país. Por ejemplo, las carteras Louis Vuitton, los zapatos Louboutin, dispararon sus ventas desde que Cristina los promociona usándolos siempre. y los relojes Rolex ni te digo! ¡Si!, me dijo otro, ¡Y ahora todo el mundo quiere una Harley como las de Boudou o Lorenzino, así que los yanquis deben estar facturando a lo loco! Otro agregó: ¡la guita que estará levantando Alemania por todos los Audi y Mercedes Benz que compraron nuestros funcionarios! ¡Qué repunte impresionante estarán teniendo los bancos de Panamá, Suiza, Belice, Islas Caimán y otros gracias la cantidad de guita que les mandaron desde aquí. ¿no?

Escuché durante un rato a estos chicos tan confundidamente acertados, que me dio lástima cortarles el entusiasmo aclarándoles las cosas. Son chicos, casi niños. El tiempo, personalmente, se va a encargar de presentarles la realidad.

Pero tengo una buena noticia dentro de todo. Y es que no me desanimé para nada y voy a seguir difundiendo los postulados del kirchnerismo, voy a seguir intentando que la gente se enamore del Modelo, pero les voy a pedir a los gobernantes y funcionarios que me den una manito: hagan todo lo contrario de lo que hicieron y están haciendo, por que si no la tarea de convencimiento se me complica mucho, se me pone muy cuesta arriba.

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