Por Arturo Prinzio*
Más allá de ser vistas y analizadas como simples reductos comerciales (compra-venta de todo tipo) y de especulación (contrabando y narcotráfico), las zonas de fronteras ofrecen a las ciencias sociales un valioso y rico material de estudio.
Las zonas de pasos internacionales fronterizos, a menudo pasan inadvertidas para quienes sólo necesitan cruzar de un país hacia otro. Sin embargo, su importancia sociocultural supera la mera función de franjas demarcatorias y zonas de servicio.
Antesalas de sus países, se observan en ellas visibles síntomas de nacionalidad, que pueden propiciar la idea de que aquellos también se constituyen desde los márgenes hacia sus centros. Han sido denominadas “zonas vacías” o “tierras de nadie”, pero en realidad estos conceptos resultan inapropiados ante los casos de “fronteras encimadas“, es decir aquellas de países que se “tocan” a través de poblaciones que se asientan a uno y otro lado de la línea internacional que los divide.
La provincia de Salta, limítrofe con Bolivia, Chile y Paraguay, es fronteriza por excelencia, y en ellas pueden observarse variados casos de zonas de fronteras. Así, el límite con Chile es un ejemplo de “frontera distante”, aquellas separadas por extensiones considerables y despobladas.
El paso internacional San José de Pocitos (Bolivia)-Salvador Mazza (Argentina) es un caso de “frontera encimada”, en donde se producen encuentros de nacionalidades, identidades y culturas diferentes que se disputan un marcado espacio por significados y simbologías particulares.
Estos encuentros crean tolerancias étnicas, políticas y socioculturales que resisten posiciones sociales, es decir que diversos grupos sociales para convivir tienen que tolerar diferencias que los separan de otros grupos. El antropólogo Fredrik Barth opina que “un grupo social se reconoce como tal cuando se siente y actúa diferente frente a otros grupos”. Esa tolerancia no implica cambiar estilos de vida en las poblaciones de frontera, como tampoco sentidos de pertenencia, de modo que se puede descartar que grupos sociales en permanente contacto puedan perder la identidad considerada como propia de su país.
En zonas de frontera las diferencias se fortalecen y marcan persistencias étnicas, políticas y socioculturales, en definitiva, las zonas de fronteras pueden considerarse como espacios sociales integrados y productivos de sus países, por lo que ya no se pueden pensar ni definir como simples zonas de paso, comercio y especulación política.
*Antropólogo-UNSa.
1 comentarios
Este es un articulejo de un «antropólogo» que más que informar puntualmente sobre el tema en cuestión, define a sí mismo al hombre y «profesional» que lo «escribió-copió» y de sus años de alumno mediocre. Triste corolario pero real de lo que proyecta escribir sobre algo que ya está dicho y definido socialmente, más por el sentido común que por la empiria de la investigación holística de una «ciencia» social enfundada en subjetividades.