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Falta un día menos para ese «algún día»

por Soledad Roggero

Texto extraído del blog Sol en Charlone

Venía embaladísima. Tomando decisiones, avanzando (tampoco venía pensando demasiado). Pero funcionaba, no dudaba, hacía, las cosas iban saliendo. Y, de repente… un contratiempo me detuvo, por algunos varios pero contados momentos; me hizo empezar a volver a pensar, y por ende volver a tener miedo. Y dicen que el miedo no somos más que nosotros mismos pensando estupideces que el 99% de las veces ni siquiera se convertirán en una realidad. Los miedos son una especie de sombra, una de esas que te envuelve, que te atrapa, te transporta al medio de una GRIS, te congela y te paraliza. No te permite pensar con claridad, ni ser objetivo, ni encontrar ese rayito de luz que antes veíamos, que estábamos por tocar con la punta de nuestros dedos.

De repente, el mundo empieza a girar otra vez. Y empiezo a salir de esa nebulosa, creo que porque algo de la luz que vi en algún momento me sigue llamando. Es que algunas ideas me encandilan. Yo sé que soy un tanto caprichosa, que se me mete algo en la cabeza y no paro hasta conseguirlo (a menos que antes me aburra). Pero en el fondo ¿no deberíamos ser todos un poquito así? Ir detrás de lo que queremos, de un sueño, una ilusión, una idea, un ideal, de un plan?

¿Quién cree en eso de las señales? YO. Quizás hasta un punto un tanto exagerado a veces, pero hace semanas que veo por todos lados esas típicas imágenes con frases del estilo o preguntas como: ¿estás haciendo lo que te gusta? o ¿estás haciendo todo lo que querés? o ¿estás haciendo lo que tenés ganas hoy? ¿no? ¿y qué esperás? Y ahí digo, la pucha, ¿qué corno espero? ¿Qué vivimos esperando? Por qué vivimos esperando a que sea el momento indicado, el momento correcto, el tiempo para, el tiempo de. El tiempo de ser felices, de irnos a vivir con alguien, de enamorarnos, de desenamorarnos, de dejarnos, de encontrarnos, de ir al cine, de ver la novela, de leer el libro, de volver a casa, de irnos de casa, de salir del trabajo, de querernos, esperar, esperar, esperar: vivimos esperando el momento indicado. VIVIMOS ESPERANDO. Y ¿sabés qué? ME EMBOLA ESPERAR. Y siempre digo que odio esperar, odio hacer fila, odio sentir que pierdo el tiempo. Pero acaso no vivo perdiendo el tiempo si siempre estoy esperando el momento de? El momento correcto no existe, el momento nunca va a llegar si siempre lo estamos esperando, el momento lo generamos nosotros mismos. La vida no es esperar: la vida es tomar una decisión. La vida es un impulso gigante y el tiempo es el regalo más preciado que tenemos. ¿Vamos a seguir esperando?

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