por Ernesto Losada
La inclusión activa de Juan Manuel Urtubey en el armado “naranja” fue recibida por el generalato sciolista porteño, en un principio, como un “fichaje” interesante y relativamente valioso. Consideraban que podía acercar a la fórmula presidencial del FPV los votos por él conseguidos en Salta.
Pronto comprendió, la poderosa mesa chica habitué de La Ñata, que la incorporación del salteño no era, bajo ningún aspecto, como mero gobernador adherente sino como representante autorizado para exponer acerca de los más espinosos temas. Explicar con detalle de autor cuáles serían las medidas a tomarse en un hipotético gobierno, y para marcar sin ambigüedades ni dudas cuál es el rumbo a encarar en una nueva etapa.
Su poderosa irrupción generó muchas inquietudes y desasosiegos entre los que se habían calzado los trajes de funcionarios nacionales con eufórica antelación. La magnética influencia que parece ejercer Urtubey sobre el candidato Scioli los llevó a sospechar que toda decisión debería pasar primero por el análisis y la posterior aprobación del mandatario norteño, condicionando severamente las aspiraciones de muchos dirigentes que confiaban en que su “lealtad” de estos años les aseguraba un puesto de jerarquía en el gabinete. Ahora veían con temor que tal vez deberían revalidar títulos, capacidades y aptitudes.
Las varias y públicas declinaciones del gobernador Urtubey a las intensas y reiteradas invitaciones a comprometerse a formar parte del gabinete nacional trajeron alivio a ciertos sciolistas con más “amor a la camiseta” que votos o carisma. Entendieron que las vehementes y fructíferas intervenciones del gobernador salteño son un “servicio gratuito”, efectuados solo por pasión política, que allana el sendero electoral de la fórmula Scioli-Zaninni, y por ende el de ellos mismos.
En su rol de cruzado peronista, Urtubey incursionó esta semana en Córdoba y Santa Fe, distritos nítidamente reacios al proyecto que gobierna el país desde hace doce años, logrando la atención de poderosos sectores tanto políticos como económicos, despertando con ello grandes expectativas de que éste domingo la performance electoral de Daniel Scioli mejore sensiblemente en esos territorios.
En Córdoba, bastión delasotista, mantuvo reuniones con dirigentes que incluyeron a legisladores de UPC, a un ex juecista alineado al accastellismo en la elección provincial, y hasta tuvo contactos y acercamientos con la poderosa dirigente peronista Olga Riutort, ex esposa del gobernador José Manuel De la Sota.
En Santa Fe participó de un ciclo de charlas organizado por la Asociación Dirigentes de Empresa de esa provincia, donde en un desayuno con más de de 100 representantes de firmas de esa provincia aseguró: “es muy importante que Santa Fe se sume con un rol protagónico en el marco del nuevo proceso nacional que se empieza a vivir a partir del 10 de diciembre”.
Más allá de su incondicional pertenencia al peronismo, Juan Manuel Urtubey hoy por hoy es un cuadro político apetecible para cualquier espacio o sector. Aunque su multifacética y eficaz intervención como estratega territorial, planificador político y ariete electoral en esta campaña lo habrán de situar en una más lógica posición de comenzar a recibir neo “urtubeístas” y crear su propio espacio, que de acoplarse al proyecto de otro.
De todos modos, para la dirigencia “naranja” estos son tiempos de aceptar complacidos y sonrientes los aportes que el mandatario salteño hace a la fórmula oficialista, pero sin quitarle la vista de encima ni subvalorar el creciente poder y notoriedad que ha adquirido por estos días. Saben que este invitado decidido y capaz, ya emprendió el camino para ser anfitrión.