Con la asunción de Gerardo Morales al frente de la gobierno de la provincia de Jujuy, y la consecuente salida del poder del peronista Eduardo Fellner, Milagro Sala quedó huérfana de “padrino” apañador. Se quedó sin la impunidad que durante años le permitió manejarse regida por su propias leyes y sin responder a nadie más que a ella misma.
Ahora, comienzan a conocerse los aborrecibles y criminales manejos que la dirigente de la agrupación Tupac Amaru llevaba a cabo con los dineros que desde la Nación le eran girados para la ayuda de los más urgidos, de los que claman, de los que sufren, de los que hace siglos esperan.
Según pudo corroborar el gobernador Gerardo Morales, Milagro Sala declaraba entregar por mes la cantidad de 149 mil bolsones de comida a familias de ínfimos recursos. Pero la realidad es que de esa cantidad, solo 90 mil eran entregados realmente a sus beneficiarios y, del el resto, casi 50 mil, nada se sabe de su destino.
Tristes experiencias nos dicen que lo más probable es que estos bolsones fueran desarmados, y la mercadería fuera comercializada individualmente en proveedurías o almacenes administrados por Sala y sus secuaces. Lo que constituiría nada más y nada menos que una caja negra dentro de otra caja negra. O, si se quiere, un gran negocio hecho a partir de otro negocio.
Para mayor afrenta a los necesitados, esos bolsones alimentarios debían contener 10 productos de primera necesidad pero, de acuerdo a lo que manifestaron muchos de los jujeños que reciben esta ayuda, los mismos solo traían la mitad o, cuando mucho, 7 productos. Aparte de cobrarles 25 pesos al momento de la entrega.
Lo más ruin de toda esta mafiosa e inhumana trama pergeñada y dirigida por Sala es que son, justamente, los más pobres el objeto de su saqueo y los “clientes” de su comercio, ya que es a ellos a quienes se niega o escatima alimentos que por derecho y necesidad les corresponden, para luego vendérselos.
Es incomprensible la monstruosidad moral de Milagro Sala, quien habiendo sido una indigente explotada, una sin hogar que padeció privaciones y marginaciones extremas, tome a los pobres como la base de un comercio ilícito e indigno, y no como seres humanos a quienes acucia dignificar y sacar de su innatural estado de miseria.
Es indescriptible la vileza humana de esta mujer que, habiendo logrado salir del horror de la pobreza límite, haya luego dedicado su vida a lucrar con el horror que padecen sus hermanos, tan solo para hacer fortuna y acumular poder. Es la historia del ex esclavo que se transforma en esclavista.
Caída la careta, que la presentaba como una infatigable reivindicadora de los humildes, una dignificadora de los olvidados y una reparadora de injusticias ancestrales, solo queda la verdadera faz de Milagro Sala; la de una delincuente rapaz e insaciable secundada por una milicia de punteros violentos y explotadores.
Hoy, a centímetros del abismo de la caída final, Milagro Sala intimida y amenaza al gobernador Morales. No porque éste piense en dejar desamparados a los que precisan ayuda o pretenda cortar beneficios, sino porque le quitó el manejo de los muchos millones mensuales que, sin controles ni rendición de cuentas, disponía a su antojo. Sala termina así de despojarse del maquillaje de luchadora social, que tanta fortuna y poder le redituaron, para revelarse definitivamente como lo que siempre fue: una empresaria voraz cuya materia prima son los pobres.
A medida que se investigue la “administración” Sala, irán saltando fehacientemente los robos y enriquecimientos de la dirigente y la cúpula de La Tupac, amén de las extorsiones y “peajes” aplicados a quienes debían beneficiar con planes de ayuda. Todo esto sabido vox pópuli, pero que deberá ser probado para lograr una efectiva condena judicial para los autores, a la vez de intentar recuperar lo malhabido por estos parásitos más dañinos que la pobreza misma.