Por Francisco Galíndez
Y cuando pensábamos que el viejo y odioso quilombo que mantuvieron los coreanos del Sur y del Norte desde 1950 hasta hace unos años había finalmente culminado, los encontramos nuevamente, cada uno desde su balcón, exportando acusaciones y amenazas como viejas de conventillo que reniegan de sus respectivos chuchos cuando se comen las sagradas margaritas del jardín.
Era de entender, allá por la década del ‘50 a pocos años del epílogo de la Segunda Guerra Mundial, cuando la guerra fría estaba más caliente, que Grondona con el Fútbol para todos, se desatara un conflicto bélico entre los dos extremos de la península. Tras haber capitulado el Imperio del Sol en 1945, la ocupación nipona en Corea se desvaneció para dar lugar a otra, la ocupación del sur por los yanquis y del norte por los rusos, ambos colosos de la guerra, con doctrinas diferentes, con muchas armas y pocas ganas de ceder la última porción de muza con anchoas. Al fracasar las elecciones libres del 48, los norcoreanos adoptan con inmediatez un gobierno comunista y las diferencias entre ambas franjas se remarcaron cada vez más hasta que derivaron en una guerra abierta. Por un lado teníamos a los yanquis y surcoreanos, fuertemente respaldados por los países pertenecientes a la OTAN, y por el otro el festival de color rojo en su máxima expresión, norcoreanos, rusos y chinos.
Luego de varias batallas, negociaciones, puteadas, intimidaciones, escaramuzas y renegociaciones, en 1953 las altas cúpulas directivas de ambas Coreas deciden celebrar un bienaventurado armisticio; bulgogi, kimchi, mandu, bibimbap con banchan y uno que otro totín fue descorchado al efecto. El paralelo 38 determinaría que de ahí en más el: “aquí yo, allá vos”. Hasta la vista corredor de los Migs, vaya con Dios M*A*S*H*, y colorín colorado el cuento había terminado. Pero no fue así, ya que una zona “desmilitarizada” situada entre ambas Coreas fue escenario de enfrentamientos aislados que se concatenaron hasta el día de hoy.
La realidad es que situaciones como la actual tensión en Corea vienen como anillo al dedo a países imperialistas que recurren a la guerra para justificar el alto déficit fiscal y sacar provecho de recursos o negociados post guerra con los estados beligerantes. No quiero problemas, no voy a decir bajo ningún motivo qué país está babeándose de la ansiedad, como Homero Simpson, por disparar misiles Tomahawk a mansalva y repetir el mismo discurso de siempre, “defendemos la libertad y bla bla bla”. No quiero dar nombre, pero puedo decir que comienza con “Estados” y termina con “Unidos de América”.
El problema es que Corea del Norte no es Irak, no es Afganistán, no es Palestina. No es un país dividido por etnias que se muelen a palos todos los días y donde se puede llevar a cabo fácilmente el “divide y reinarás” del soberbio florentino Nicolás. Resulta que el amigo Kim Jong-Un (insoportables los nombres orientales), presidente de Corea del Norte, es un enano de la saga del Señor de los Anillos, chiquito pero pendenciero, tiene con qué defenderse y respaldar todo su atajo de amenazas, no se arruga ante los titanes y toda su ascendencia es de enanos malevos como él, sin olvidarnos que el común denominador de los norcoreanos tienen las mismas idiosincrasias que su líder máximo, odian a los yanquis y a sus vecinos por amar a los yanquis.
Nos encontramos entonces ante un auténtico “Mexican Standoff” del que podría sacar provecho el magnífico Tarantino para llevar a la pantalla grande en una futura producción. Barak Obama y su querida amiga Park Geun-hye, contra Kim Jong-Un mejor conocido como “Gimli hijo de Glóin” o “te voy a enseñar cuantos pares son tres botines, morocho alcahuete”. Por suerte Vladimir Putin y Xi Jingpin ésta vez miran desde las gradas.
El bueno, el malo y el que siempre se mete en lo que no le corresponde, todos están expectantes, tensos, enojados; un movimiento en falso y todo se va a reverendísimo carajo. Desde el lugar en el que escribo éstas infecundas líneas podría sentirme exceptuado del soberano quilombo que se plantea al otro lado del océano, preocupado tal vez por el posible aumento de precios de las clases de sipalki-do, pero el gran problema es que éstos países tienen por ahí guardadas, con un poco de tierra encima, algunas ojivas nucleares de 5 megatones por lo bajo y los pelotudos que representan a los pueblos en cuestión dan evidencia de que no son muy diferentes a los otros pelutudos de antaño que presionaron el botón de la destrucción. Entonces no puedo estar tranquilo, una sensación infortunada no me deja disfrutar de un fernet o empanada de charqui con el máximo placer, simplemente porque si los mencionados infelices jalan el gatillo van a ser muchos más de tres los que caigan, consecuencia de la eterna ambición de poder de unos pocos que comandan a muchos.
Cuando creía fervorosamente que la humanidad había evolucionado un milímetro, cuando pensaba que las viejas guerras habían dejado su enseñanza en los corazones de los hombres, cuando sostenía que tropezar dos veces con la misma piedra era cosa de imbéciles y que los nuevos líderes poseían ese conocimiento por antonomasia, vuelvo a estamparme con el muro de la desilusión. Dejando de lado el sarcasmo y humor negro, siento de verdad que es un problema serio, y que los protagonistas de ésta peligrosa situación, de no predisponer el sano juicio y el criterio para encontrar una vía diplomática que desarme el conflicto, el temible resultado de esta confrontación afectará en lo más negativo al mundo entero de una u otra forma.
Creo que no hay nada más cursi que terminar mi columna con la cita de algún famoso pensador, pero hoy no desayuné, no tengo el almuerzo a mano y las ideas se me escapan por lo que seré cursi al 50% y lo haré con palabras de un famoso músico: Cuántas muertes más serán necesarias para darnos cuenta de que ya han sido demasiadas? Bob Marley. Saludos desde el ocio cibernético.
Bob Marley – One Love
AMARÁS AL LÍDER SOBRE TODAS LAS COSAS
Interesante documental sobre Corea del Norte y su dictador, Kim Jong Il.
Presentado por el periodista Jon Sistiaga, en el que realiza un vistazo a uno de los países más herméticos del mundo, del que apenas hay imágenes y que siempre me ha parecido hipnótico y terrorífico a partes iguales. Un vistazo a una realidad que a un occidental nos cuesta mucho concebir.